Apuntes sobre la justificada rabia de la generación Z

Recientemente Héctor J. Barnés nos ha regalado un trabajo que no tiene desperdicio, y creo que es de lectura obligada para todo boomer que se sienta desorientado con generaciones precedentes. Aquí me centro en la generación Z, los nacidos entre mediados-finales  de los 90 y 2005 Los jóvenes ya no creen en el trabajo: «La vida no puede ser esta estafa piramidal» (elconfidencial.com)

Los nacidos en ese decenio suman la quinta parte de la población mundial, por lo que conviene tomarse en serio su actual y complejo desencanto de esta generación “Infeliz pero conforme”, según calificaban hasta hace nada la mayoría de sociólogos.

La conciencia colectiva de buena parte de la generación la resume una entrevistada en la siguiente frase:

“Al trabajo lo que le pido es que me permita vivir, pero con dignidad: trabajar ocho horas al día sin tener que desplazarme dos horas y poder pagarme un alquiler que no tenga que compartir con otras cuatro o cinco personas”. Parece un grito de Münch, como este otro que recientemente clamaba en el desierto otra entrevistada de otro reportaje “Entiendo de vinos porque no puedo permitirme acceder a una vivienda en propiedad” Y por lo que parece, la vivienda lejos de arreglarse en las grandes urbes, parece que podría empeorar ante demanda muy elevada y stock de oferta raquítico, que podría disminuir aún más -según reciente editorial de El País- por la actual Ley de Vivienda, que desincentiva sacar al mercado del alquiler segundas viviendas. ¿Quién paga el pato? Los mismos que sostienen las pensiones, los jóvenes.

“Infeliz y asqueada por el trabajo”, según se ve a sí misma otra entrevistada por Hector J. Barnés, y ciertamente, todos los que conozco tienen anhelos de emprendimiento, desencantados con una teórica cultura del mérito y esfuerzo, que consideran una engañifla que padecieron sus padres y hermanos mayores, cultura que ha desembocado en la “estafa piramidal” contra la que ahora claman.

¿Se refieren a la crisis del sistema de previsión social como consecuencia de la inversión de la pirámide de población? Creo que no, ya que la ven como mera consecuencia. Son conscientes de la insostenibilidad de las pensiones, (ahora una pensión es sostenida por tres trabajadores, pero en 15 o 20 años, la prestación por jubilación de cada pensionista será sostenido por un solo trabajador) pero por lo que hablo con ellos, lo tienen plenamente asumido como una desgracia sin solución, no como un problema.

¿Crisis existencial por precariedad de los trabajos que les ofrecen y por extensión de esta, por la desaparición gradual de la clase media? En mi opinión aquí sí que no hay duda.

Esta crisis encuentra una singularidad en su velocidad de propagación. Un boomer a su edad necesitaba información sobre fuentes de conocimiento y opinión, para después comprar un libro o buscarlo en la biblioteca. Ahora en cuestión de segundos, la percepción de la realidad, con su pasado y su sombrío futuro la tienen a golpe de click en redes sociales y aplicaciones. No olvidemos que dedican de media tres horas al día a internet “no académico”, no relacionado con sus estudios.

Este último detalle no puede pasar desapercibido. El uso y abuso de internet para actividades ajenas a la enseñanza reglada les invita a permanecer bien pegados al teclado, por un lado, les aleja de la realidad no virtual, y por otro se sienten incómodos en el cara a cara, cercanía presencial que para un boomer es bien necesario y para muchos de ellos, problema inevitable. No entro a juzgar, pero los problemas de ansiedad, soledad y acoso entre otras pandemias llenan de adolescentes las consultas de psicología y psiquiatría. Tenemos un problema todos, no solo ellos.

En estas estamos cuando aparece el primum vívere, y Barnes subraya la encuesta de Randstad, “por ejemplo, señala que un 58% de los jóvenes entre 18 y 24 años dejaría su trabajo si no le garantiza calidad de vida. El número de ocupados de 20 a 24 años que desean trabajar menos horas también ha aumentado”

¿Qué tiene de particular? Todo. Un boomer quería destacar a esa edad, con la esperanza de ser reconocido. Esta esperanza a juzgar por todas las encuestas ahora es solo ilusoria, y bien propagada por chats y redes sociales, porque lo negativo destaca en estos mucho más que lo positivo y esperanzador. ¡que perfecto caldo de cultivo de pesimismo!

Las consecuencias en el trabajo de El Confidencial son inevitables: Pérdida de compromiso con el empleador; Frustración por la pérdida de poder adquisitivo y culpabilización a las generaciones anteriores de lo que consideran un atraco, en línea con el título del trabajo.

¿culpables de algo? En absoluto, con toda seguridad un boomer en su situación se habría sentido exactamente igual de frustrado y decepcionado con lo que le rodea.

Ni ellos ni nosotros, quienes ahora tenemos entre 57 y 73 años, nos planteábamos el problema de la jubilación, el problema es que no hay para ellos problema sino desgracia, son conscientes de pertenecer a la base que soporta el peso de una pirámide invertida, y la decepción es lógica.

Conviene recordar que nosotros estábamos apasionados con el futuro, ellos viven al día y si algo les apasiona es el momento presente desde una perspectiva digital.

Nuestra red social se limitaba a una «tertulieta» del recreo o de la salida del Instituto, y algunos ratos al teléfono, más bien breves porque aparecía pronto quien pagaba la factura. Su red social nunca apaga la luz.

Su realidad es casi virtual, o al menos les cuesta distinguir realidad y ficción. Nuestra realidad era que «no hay más cera que la que arde»

Nuestra enseñanza profundizaba en lo abstracto y fomentaba, al menos en mi caso, el pensamiento crítico. Ellos tienden por un lado a alejarse de lo abstracto, y por otro no se plantean criticar analizar ni cambiar nada.

Nosotros soñábamos con vacaciones interminables, en parte destinadas al “dulce no hacer nada”, que dicen los italianos. Ellos huyen de todo lo que les aburra. Están constantemente conectados a algo…algo que en ocasiones recorre el planeta a alta velocidad, y que propaga ideas como la del encabezamiento del trabajo de Héctor G. Barnes, no pueden creer en un trabajo que forma parte de una estafa piramidal, urdida por quienes ahora les acusan de lo que siempre se ha acusado injustamente a la juventud.

Ojalá me equivoque, pero creo que nos esperan años difíciles a todos, porque las copas de la generación pre boomer no las van a poder (ni posiblemente querer) pagar los post boomer.

 

 

 

 

 

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