Muertes de éxito y Resurrección tras el fracaso (2 de 2). Resurrección tras el fracaso.

Resurrección tras el  fracaso

“Jamás se ha inventado nada que merezca la pena sin pasar antes por muchas posibilidades fallidas. Del mismo modo, quien no se atreve a sondear su propia tristeza jamás podrá conocer las cimas de la alegría y la realización” Francesc Miralles.

Todos tenemos experiencia de fracasos personales o profesionales que a la postre no fueron tales, sino todo lo contrario. El tiempo nos regala una tercera perspectiva con la que distinguimos fracasos fugaces que a la postre facilitan el éxito. En toda academia militar se subraya la distinción entre táctica y estrategia. La táctica sirve para ganar una batalla, la estrategia sirve para ganar la guerra.

La historia nos ofrece múltiples ejemplos de sorpresa inesperada, o de errores de cálculo del teórico vencedor, no siempre anticipados por el vencedor contra pronóstico.

En otros campos ocurre lo mismo, desde el aparente fracaso de un miembro de un equipo de trabajo, al sacrificar en favor de este lo mejor de sí mismo.

Sería ocioso enumerar ejemplos en el deporte o en el ajedrez, pérdidas unas veces deliberados con el sacrificio de una pieza a cambio de obtener una ganancia posicional, o con intercambios deliberados de piezas (en ocasiones la mismísima dama) que en apariencia encaminan más hacia el suicidio en el tablero que a un sorpresivo jaque mate.

En otras ocasiones, las pérdidas no son en absoluto delibradas, sino bastante descorazonadoras, pero a la postre también contribuyen al éxito. pero son etapas previas al éxito, como apunta Michael Jordan: He fallado más de 9000 tiros libres en mi carrera, en 206 ocasiones me confiaron la responsabilidad de encestar la canasta clave sobre la bocina y fallé. He fallado como pocos, y por eso he tenido éxito».

A la hora de hacer recuento de éxitos y fracasos, resulta bastante habitual hacer comparaciones. Estas son ociosas y odiosas por injustas, ya que no tienen en cuenta wl  contexto de cada decisión. es frecuente comparar personas pertenecientes a  distintas generaciones, sin tener en cuenta circunstancias que rodearon al profesional de éxito, ni el ciclo económico, bien de apogeo o bien de desaceleración o de recesión en que le tocó lidiar.

Todo ello lo conocen muy bien los nacidos en España desde mediados des 80. por esa crisis de 2008, cerrada en falso y agravada por todo lo que estamos viendo (Covid;  montañas de deuda pública…) y dando gracias por no estar en Ucrania, porque peor sería no poder contarlo.

Los factores aleatoriedad y suerte juegan en mi opinión un papel decisivo en los desenlaces de todo orden. Así, tamos acostumbrados a leer en biografías, – y sobre todo en autobiografías- de personajes célebres, un humilde reconocimiento que les honra. Resumen su vida como una montaña de “casualidades” y cuatro o cinco decisiones clave. Esta cadena de casualidades se ha ido engarzando por el conjunto de varios orfebres: Actitud; aptitudes; trabajo constante y la aparición de hechos inesperados que han pillado al agraciado trabajando, como no podía ser de otro modo. Resultan especialmente interesantes las conclusiones del estudio “. Talent vs Luck: the role of randomness in success and failure.”  A. Pluchino, A. E., según el cual, buena parte de los profesionales célebres, y la inmensa mayoría de “millonarios”, que acumulan el 80% de la riqueza mundial, lo son por la combinación aleatoria de casualidades, y no por su talento. En este sentido,

Se cuenta que Napoleón exigía a sus coroneles para poder ser ascendidos a general tres requisitos: Excelente preparación técnica; un historial intachable y poder probar varios golpes de suerte a lo largo de su carrera.  

La historia nos muestra miles de ejemplos en que el azar ha inclinado la balanza en un sentido u otro. Desde buena parte de batallas decididas inexplicablemente por un cambio de dirección de viento, que, por cierto, propició la llegada de Colón a una Isla bahameña, y no a otros territorios donde posiblemente habrían sido derrotados nada más tocar tierra.

En cualquier rama del arte, como por ejemplo la música, Encuentros casuales han sigo germen de lo mejor de la música, Lennon y Mc McCartney cruzándose en la Iglesia de St. Peter en Liverpool, una tediosa tarde de domingo de verano, por no hablar del encuentro casual, de Jose María Cano con Ana Torroja en los bajos de Orense entre cientos de jóvenes.

A la hora de buscar célebres artistas fracasados sobran ejemplos:

Verdi o Debussy no pudieron superar las pruebas de acceso en sus respectivos conservatorios.

Picasso, a pesar de su pasión por el dibujo, suspendió la asignatura en reiteradas ocasiones , y Van Gogh no vendió un solo lienzo. Münch fue rechazado por crítica y agentes incomprensiblemente (Pocos lienzos estremecen más que “El Grito”)

Lita Cabellut, la pintora catalana más cotizada en este momento, su madre la abandonó a los pocos meses, su abuela se hizo cargo de ella en condiciones muy precarias que las forzaron a pedir limosna por las calles, hasta que, a los 13 años, fue adoptada por una familia adinerada de Barcelona, y su vida cambió totalmente de rumbo.

En ciencia sobran ejemplos desde los eruditos orientales y aquí en Europa, los renacentistas. Thomas Edison tuvo 800 intentos fallidos antes de descubrir el paso de luz eléctrica desde un filamento a una placa metálica.

Albert Einstein fue tomado por retrasado mental desde sus primeros balbuceos hasta la adolescencia, por expertos en pediatría, por lo mucho que tardó en empezar a hablar y tener memoria de pez.

Louis Pasteur o el matemático Evariste Galois (padre del álgebra moderna) tuvieron que resignarse a estudiar lo que les consagró como genios por fracasar de ingreso en otras disciplinas, Pasteur en concreto, en la Escuela de Bellas Artes.

En literatura tres cuartos de lo mismo. Varios autores de la generación del 98 suspendieron en pruebas en narrativa, mención especial a Don Miguel de Unamuno. Multitud de famosas novelistas sufrieron el vacío, como Joanne Rowling y Katherine Neville, quienes presentaron respectivamente sus obras maestras, “Harry Potter” y “El Ocho”, a todo tipo de editoriales, que las rechazaron desde una primera ojeada. Mayor desprecio sufrió Stephen King en sus comienzos, quien conocía el rechazo por ausencia de respuesta, costumbre muy arraigada en España, pero inusual en estados Unidos.

Dejando de lado el factor fracaso, y centrándome en aleatoriedad en el éxito editorial.  El profesor de Berkeley Michael Lewis, y escritor de varios best Sellers relacionados con las finanzas, (El póker del Mentiroso,”; “La gran Apuesta” entre otros), confiesa que empezó a investigar fraudes financieros gracias a una cena en que le tocó al lado de la mujer de alto ejecutivo de Wall Street.

 El mundo del cine tiene también muchos ejemplos de resurrección posterior al fracaso. La mayoría de obras maestras de Charlie Chaplin fueron rechazadas por los productores. Walt Disney fue despedido de su primer trabajo como viñetista en un periódico por… ¡Por falta de creatividad!, y enlazó fracaso tras fracaso a lo largo de sus diez primeros años.

A Marilyn Monroe le aconsejaron en una agencia de modelos dedicarse mejor a funciones de secretariado, (los hay con un ojo…)

Steven Spielberg, a pesar de haber realizado extraordinarios cortos con casi quince años, fue suspendido varias veces en las pruebas de acceso a la escuela de Artes cinematográficas de carolina del Sur (Escuela que no figura en listado alguno de los más extensos a diferencia de escuelas australianas, británicas; canadienses; de india…)

Bryan Cranston (Protagonista de Breaking Bad)

dio un salto de caballo en su carrera gracias al rechazo de varios actores (uno de ellos John Cusack) a la oferta de interpretar a Walter White.
En cuanto a emprendedores capaces de cambiar el mundo, no todos han tenido suerte en sus inicios. Bill Gates abandonó Harvard y fracasó estrepitosamente en sus primeros negocios.
Steve Jobs abandonó sus estudios en Standford y años después fue despedido de Apple, su propia empresa. Brian Acton (creador de WhatsApp) afortunadamente suspendió en las pruebas de admisión de Facebook, empresa que años más tarde pagó 19000 millones por la aplicación de los que buena parte fueron a parar al bolsillo del otrora rechazado.

Podríamos seguir escribiendo la historia de fracasos en falso y daría para varios tomos, pero si ha llegado hasta aquí, sería una pena perderle como lector por pesado.

Me gustaría por último hacer breve referencia a la suerte con la inversión (creación de bienes y servicios) y con canalización del ahorro. Soichiro Honda, fundador de Honda Motors después de fracasar en demasiadas iniciativas relacionadas con el motor, siempre ha afirmado lo mismo: “el éxito tiene un 99% de fracaso previo”.
Hay quien afirma que si no fracasas es que no te estás esforzando lo suficiente, o lo que decía aquel directivo de red comercial bancaria que cuestionaba al responsable de una agencia por haber conseguido cero morosidad. “Algo en su evaluación de riesgo no funciona, y me temo que está Vd. desaprovechando oportunidades de negocio”. Afirman expertos en todo tipo de negocios que el fracaso es necesario y la clave está en medir bien el riesgo y cerrar proyectos que no funcionan ni demasiado pronto, ni antes de que sea tarde.

En fin, a mi entender para la consecución de éxito o fracaso intervienen muchos factores, y la mayoría no siempre depende de nosotros. Permíteme una opinión de este servidor aunque no te conozca. Trabaja si puedes en lo que te encante y que nada y menos nadie detenga a tus proyectos. Cuando sientas ganas de arrojar la toalla, después de años de estudio y suficientes test revisando prueba acierto- error que te animaron a soñar, escucha lo que te susurran todos los genios referidos en este pequeño comentario. A lo mejor a tu proyecto le quedan menos escalones para llegar a la cumbre de lo que piensas, o piensan los demás.

 

 

 

 

 

 

 

1 comentario

  1. Si,
    En definitiva y sin adornos , “para coger peces tienes que mojarte el culo”, está claro que las circunstancias de la vida o las casualidades te empujan por un lado y tu contrapartida es tomar decisiones aún cuando puedan ser erróneas.

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