El coste de la energía, factor clave para la política macroeconómica

En 2016 me encontré casualmente con un conocido más bien amigo, con quien coincidí en el grupo Negocios, donde él era responsable después de una brillante carrera, y yo un colaborador de la sección de mercados. Me comentó que andaba enfrascado en un periódico de energía, pregunté “¿exclusivamente de energía? a lo que respondió con seguridad, “en un futuro, próximo o remoto, va a ser el tema clave”. Me hice una vaga idea de lo que eso podía dar de sí, pero me faltaban información y confianza para darle mi opinión, que además no me había pedido. Para mí la energía no pasaba de ser un recurso más en la cadena de producción de bienes y servicios, tremendamente intervenido y en el caso de la electricidad, (que no era el único) con una sombra más alargada que la de un ciprés en un cementerio: Un déficit tarifario que por aquel entonces superaba los 30.000 M€, más de 600 € por habitante en España.

Han pasado cinco años desde entonces, y, se confirma el mensaje de la canción de Café Quijano “Dicen los sabios que el tiempo sabe, poner cada cosa en el sitio que cabe…”. En efecto, la energía ahora, probablemente más que en la crisis del petróleo de 1973, causa clave, y no consecuencia de tercer orden en la consecución de los dos grandes objetivos macro: el crecimiento económico y la estabilidad de precios.

Los incrementos de precio a 17 de octubre desde el 1 de enero tanto del gas (490%. Futuros TTF holandés) del petróleo (“solo” 64%) y de otras materias primas como el uranio (“solo” un 35%, pero a bordo de un deportivo dando las luces largas por el carril de la izquierda) necesaria para la producción de energía nuclear.

Para colmo de males, hay otros problemas como la subida de los precios del CO2 en nada menos que un 100% desde el pasado mes de enero, siendo esta subida según los expertos, la responsable del 20% de la subida de precios de electricidad.

En consecuencia la espiral alcista de precios de la energía está resultando sangrante para el tejido empresarial. El incremento de costes de electricidad ha puesto en jaque los márgenes del negocio. Patronales y sindicatos vaticinan que, si la subida continúa, habrá más paradas de producción (a las ya producidas desde el final del verano, hay que sumar las ya de publicadas esta última semana en Sidenor; Ferroatlántica; Fertiberia; Asturiana del Zinc, diversas plantas en Guipúzcoa de ArcelorMittal…) e inevitables cierres. Y no era nada, según un diputado lo de la subida del gas en la factura. No era nada lo del ojo, y lo llevaba en la mano.

Las subidas de precios de la energía, por otra parte, aunque menos dañinas, también restan renta disponible a los gastos de las familias. Centrándonos en la electricidad, y según un reciente informe de Bank of América, los hogares europeos se enfrentan a dos años consecutivos de subidas de las facturas de electricidad y gas de entre el 15 y el 30%. Tal subida en España podría ser superior para muchos consumidores, ya que el informe no tiene en cuenta las condiciones del contrato firmado con la comercializadora, que abre más la herida abierta por los precios en el mercado mayorista. En general y salvando casos particulares, podría suponer un incremento mínimo de 500 euros en la factura de electricidad para 2022.

Contemplando el problema en su debida perspectiva, sin árboles que impidan ver el bosque, parece que tal bosque no tiene nada de bucólico tan propio de esta estación, y su aspecto recuerda más a los que por desgracia presentan en estas fechas los de nuestra queridísima Isla Bonita de La Palma, inolvidablemente homenajeada por los Sabandeños.

Estas subidas se producen en un contexto de escasez de suministros, (la crisis de los chips es la más acusada, pero no la única); subida disparada de los fletes de transporte marítimo de mercancías; falta de producto manufacturado de China, -y ojo, porque en la mayoría de provincias de esta fábrica del planeta hay cortes en el suministro eléctrico lo que por sí solo ya deterioraría inevitablemente la actividad económica, en consumo y en el PIB mundiales-. Estos y otros factores están produciendo cuellos de botella en las cadenas de distribución, con consiguiente shock de la oferta, ya agravada por las subidas tanto de materias primas agrícolas como de metales industriales de un 25% en los casi 10 meses que llevamos de año.

Esta inflación de oferta, agravada por la carestía de otros recursos, y por la insólita falta de personal es un problema muy difícil de manejar, que como explica el informe del Servicio de Estudios del Banco de España a cargo de José Viñals “Los Shocks de la oferta, y el proceso de ajuste macroeconómico” o varios informes del analista español Antonio Iruzubieta. Es una inflación que no disminuye con medidas convencionales de tipos de interés, como ocurre con la inflación de demanda. Por otra parte, tales subidas de tipos, penalizarían el consumo, e ineludiblemente traerían consigo… bueno mejor no tocar el tema. Dejémoslo ahí.

En cualquier caso, y acabe como acabe este drama de la subida de precios de las materias primas y consiguientemente de la energía, todo apunta que, como en 1973, ni la creciente inflación va a ser transitoria, aun cuando desapareciese de una puñetera vez el maldito COVID. Todo apunta a que ni la inestabilidad de precios va a ser transitoria, ni nada en el proceso productivo y la renta disponible para el consumo va a ser como antes, con consiguiente impacto en los objetivos macro del crecimiento económico y de la estabilidad de precios.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*