Bodas de Plata de «Padre rico, Padre pobre» de Robert Kiyosaky

25 aniversario de la obra maestra “Padre Rico, Padre Pobre”

Entrevista ficción a «los dos padres» de Robert Kiyosaky: Ralph H. Kiyosaki y Aristóteles Buffett

 

Este año se cumplen 25 años de la publicación de la que para muchos es una de la obra maestra de Robert Kiyosaki, y para muchos una de las obras maestras de finales del siglo XX. El libro no tiene desperdicio, en las librerías la suelen incluir en sección de economía, y en las especializadas dentro de finanzas personales. El mismo autor en su dedicatoria del libro ya deja entrever que es un error acotar el campo del mismo. “Este libro está dedicado a todos los padres de familia del mundo: los maestros más importantes del niño.”

En mi opinión, por tanto, si hubiese tenido la suerte de gestionar una librería, habría colocado un ejemplar en distintas secciones, porque le queda muy pobre lo de “Obra maestra y referencia en finanzas personales”.

En este GPS para funcionar por la vida laboral, Robert Kiyosaki nos relata parte de su vida al lado de su padre de sangre, su “padre pobre”, y el padre de su mejor amigo, su “padre rico”. Nos detalla, entre otros temas, cómo cada uno de ellos se relacionaba con el trabajo y con dinero. Su padre biológico era a quien el nombró “padre pobre”, no porque no tenga dinero (de hecho, tenía un muy buen salario), sino porque tenía la tradicional mentalidad de estudiar, trabajar, ahorrar, tener una carrera laboral estable.  “Me di cuenta de que mi padre no era pobre porque ganase poco dinero, que en realidad era una cantidad significativa, sino por culpa de sus pensamientos y acciones”, asegura el que hoy es uno de los hombres más ricos de Hawái. …

 

Hoy tenemos el placer de conversar (tertulia- ficción) con los dos “padres” de Robert Kiyosaki. Nos reciben Ralph H. Kiyosaki, padre biológico y ejemplar padre de familia en todos los sentidos, y Aristóteles Buffett su “otro” padre, que le desvela principios, limitados en apariencia al campo de finanzas personales, pero en realidad extensibles a todos los órdenes de la vida. Hago de moderador.

 

-Moderador: “Encantado de que hayan aceptado mi invitación, y de ser recibido por el Sr. Kiyosaky en esta preciosa casa. Aquí en Hilo, que es una especie de paraíso de Hawái, con vistas a un mar único, de camino, me han llevado por cascadas espectaculares entre bosques tropicales”.

 

-Ralph Kiyosaki: “Vds. también tienen un paraíso tropical en Canarias, y concretamente hemos tenido muy presente la Isla de la Palma, porque aquí también hay volcanes, y uno activo. Sentimos enormemente lo ocurrido”.

 

-M: “Gracias, ha sido terrible, y costará tiempo recuperar lo perdido”.

 

Ralph Kiyosaki parece más atento al otro invitado, que a la conversación.

 

-M: “¿se ven a menudo?”

 

-Aristóteles Buffet: “En absoluto, no nos hemos visto desde el siglo pasado, con motivo de la presentación del libro de Robert. Pero apenas cruzamos un breve saludo, a pesar de…” (silencio).

 

-RK: “A decir verdad, salgo poco de la isla, e incluso de este paseo marítimo, tengo mis cuatro amigos de siempre, y cada vez menos enemigos de mi época de funcionario, (risas) porque los años pasan y… Entre estos enemigos, por si alguien lo duda, por extraño que pueda parecer, no figura Aristóteles, (le señala amigablemente), pero gracias al “rico” –porque padre solo soy yo– todo el mundo me reconoce en la isla, y aunque, cada vez menos, desde que se me ven las ideas, pero se siguen fotografiando conmigo en cuanto me reconocen o conocen mi apellido. Contestando a su siguiente pregunta, no nos hemos visto ni conversado, en lo que a mí respecta, por ir dejándolo para el día siguiente”.

 

-M: “Ya, hay un poema de uno de los clásicos de la edad de oro española, y que me permito recitar con algún cambio “Y cuantas me llamó la bondad soberana, mañana llamaremos respondía, para lo mismo responder mañana…”

 

-RK: “En Hawái decimos “El sendero del mañana y la pista costera del luego llevan a la playa de nunca”.

 

-M: “¿Qué fue lo que más les gustó del libro “Padre Rico, Padre Pobre” y, en su caso, lo que les desagradó?”

 

-AB: “Lo que más me gustó es que Robert refleja muy bien el entusiasmo que le quise transmitir, como dice mi hermano Warren, que vive en Omaha: ‘No trabajes por dinero, trabaja en algo que te haga saltar de la cama antes de que suene el despertador con una idea de la que no te quisieras despegar’. Lo que más me desagradó fue algo que solo sospecho, pero no está confirmado por Robert. No tengo pruebas, pero intuyo exigencias y presión de la editorial sobre el hijo de Ralph. Desde un primer momento, nada más ver la portada y me imaginé al director pulsando bastantes ‘cut’ y no pocos ‘delete’ a párrafos enteros, parecía una guía para hacerse rico en dinero contante, ese con el que se compran ‘pasivos’, es decir juguetes como coches, diversas residencias, todo tipo de cachivaches, incluso honores, títulos… que acaban obligándote a ampliar tus ‘pasivos’. Cuando en realidad la riqueza a la que Robert se refería iba mucho más allá, tenía mucho más en común con mi maestro Aristóteles”.

 

-RK: “¿Aristóteles? Rico por partida doble, por tu hermano, y además con nombre de Onassis, con esos genes, como para no ser rico”.

 

-AB: “No, Aristóteles es el nombre que elegí para reinscribirlo en el registro, en sustitución del elegido por mis padres, en homenaje a otro Aristóteles, tutor (una especie de coach) de Alejandro Magno, Príncipe de Macedonia”.

 

-RK: “Ya, iba a ser mucha casualidad”.

El moderador intenta reencaminar la conversación a territorio neutral, donde participen ambos.

 

-M: “Y a usted Ralph, ¿qué fue lo que más le gustó y lo más le desagradó del libro?”

 

-RK: “No me agradó nada en una primera lectura, y lo tiré a la basura después del primer capítulo. Dos años más tarde, conseguí vencer la tentación de tirarlo sin acabarlo y, entre opiniones de rico emprendedor que no comparto, al menos, agradezco a mi hijo Robert, como único padre suyo, que en todo momento se sintió orgulloso de mí y de la educación recibida, así como una cierta falta de admiración por el dinero del aquí presente, a quien por un momento he emparentado con Onassis”.

 

Como moderador sigo con cierta tensión a Aristóteles. Y respiro tranquilo al verle relajado e incluso muy a gusto escuchando a Ralph, “el Padre Pobre”, quien prosigue.

 

– RK: “Creo que mi hijo, a pesar de las ideas del Sr. Buffet, si de algo estaba orgulloso era de sus supuestos “padres pobres”; era de su esfuerzo y del celo con el que desempeñé responsabilidades públicas en Hawái. Lo que más me desagradó, fue una idea, en mi opinión desafortunada, que ni le inculcamos ni en casa ni en el mejor colegio del archipiélago –le pude costear la carrera en una buena universidad, pero quiso pagársela él.  Con un par, en eso salió a su padre– Me refería a esa bobada, que reitera constantemente, de “La mayoría de los trabajadores intercambian su tiempo por dinero. Sin embargo, los ricos buscan la manera de hacer que el dinero trabaje para ellos”. Bobada solemne me pareció cuando la leí y bobada me sigue pareciendo. ¿Cómo puede dejar de trabajar por dinero y hacer que el dinero trabaje para él el 80% de la población, que apenas llega a fin de mes?”

 

Como moderador, ante el riesgo de tensión entre ambos solo se me ocurre: “Si quieren podemos seguir en el jardín, hace una tarde estupenda”. Ellos ni caso, a su bola.

 

-AB: “Pensaba que ya se lo había aclarado su hijo Robert. Con quien he hablado muchas veces del tema. Padre rico y padre pobre no tiene relación con el dinero, (aunque no puedo negar que este a veces facilita las cosas). La riqueza de la que hablo es amplitud de miras, y la pobreza es la de un panorama chato, plano, carente de alicientes. Los primeros sueñan y luchan por cumplir sus sueños, los segundos, en no pocos casos, tienen otro sueño mayor que poder conciliar el sueño”.

 

-RK: “Pues no es lo que uno entiende al leer el libro”.

 

-AB: “Porque los editores meten la tijera más que los censores de Netflix. No es exactamente así, cuando hablaba de poner el dinero a trabajar, yo estaba hablando con el mejor amigo de mi hijo, con un situación económica desahogada, y que tuvo la suerte de tenerte como padre. Te admiraba por tu rectitud y ejemplo constante, y le inculcaste como pocos la cultura del esfuerzo. Que el dinero trabaje para uno, y no al revés, no solo es compatible con el esfuerzo, sino que se alimenta de este. Significa que además de trabajar por un sueldo, hay que trabajar aún mucho más duro en formarse con un objetivo, la búsqueda de oportunidades que te liberen de la cadena”.

 

-RK: “Ya, pero a mi hijo Robert, fui yo quien le animó a estudiar y trabajar sin descanso. Y me vino con los cuentos de inversión en Bolsa, comercio con Asia, y hasta de tu admiración por las inversiones inmobiliarias de McDonald’s”.

 

-AB: “Bueno, no es exactamente así. Por un lado, él pensaba trabajar para aprender, sí, pero aprender una sola cosa: A ganar dinero. Y en cuanto a las inversiones, solo eran algunos ejemplos de cómo tenía que ser una inversión, ya sea la inversión madre de las inversiones, o las restantes, ya sean mobiliarias o inmobiliarias”.

 

-RK: “¿Tenía entendido, como todo el mundo en esta zona, que para usted la principal inversión era inmobiliaria?”

 

-AB: “No oculto que mi predilección y principal negocio es inmobiliario, pero la madre de las inversiones se centra en rentabilizar dos de los principales tesoros de toda persona: el tiempo y el cerebro. Y de ahí saldrán el resto de las inversiones. Las principales, no cuantificables, que llevan a la felicidad, y, las de segundo orden, mobiliarias e inmobiliarias. En este último grupo, por ejemplo, me espanta un inmueble inerte, que solo suponga gastos e impuestos, Es decir, algo vivo, que renta, pero un pasivo, puesto que no obtenemos ingresos de ello, más bien al contrario, es un gasto continuo (luz, agua, gas, reparaciones…).

 

Y respecto al señor McDonald, nunca le he tratado. Su plan inversor se lo confesó a Robert, uno de los hermanos McDonald, cofundador de la compañía e invitado por la Universidad donde se graduó, en una coloquial charla fuera del Master, en la cafetería. Les hizo una confidencia: su vocación no era hostelera sino inmobiliaria; su negocio no eran las hamburguesas”.

 

“¿Cómo?   –Interrumpe bruscamente RK– yo estaba confuso, no sabía qué estaba ocurriendo. ¿Un Breaking Bad de verdad?”

 

-AB: “¿Breaking Bad?, no entiendo esa expresión en este contexto. Yo me refiero a que el  señor McDonald desveló que su principal negocio no eran las hamburguesas, sino buscar los mejores esquinazos de cada ciudad, para alquilarlos a sus franquiciados, que son 4000 en 22 países”.

 

-RK: “Nada que ver. Por un momento me he acordado de tapaderas, una tapadera como en Los Pollos Hermanos”.

 

-AB: “¿Y qué hermanos son esos?”.

 

Me vi obligado a mediar. “Nada Aristóteles, una empresa que aparece en dos series de TV. Una de un químico, y un spin off de un abogado”.

 

-RK: “Bueno, siguiendo con el tema, ésta es nuestra segunda residencia. Vivimos habitualmente en el centro de la isla. Y la compramos con una hipoteca. ¿Qué de malo tiene eso?, como sospecho que le inculcaste a Robert.”

 

-AB: “En referencia a ti, absolutamente nada. Me faltan muchos datos y, aunque los tuviese, en todo caso, me parecería estupendo. Y aún en el hipotético caso de no parecérmelo, jamás se iba a enterar Robert. Me refería a la mayoría de los ciudadanos, cuya ansia por poseer bienes que acaban siendo una carga”.

 

-RK: “Es lo que me comentó Robert, con lo de la carrera de la rata, aunque no me gustó el tono peyorativo empleado para quienes no han tenido oportunidades. Debo reconocer que aquí, en la tierra de las oportunidades, mucha gente elige la opción equivocada, como si viviesen en el sur de Europa, donde no queda otra. Trabajan por un sueldo, se endeudan para adquirir lo necesario, cuando el sueldo aumenta, aumentan los gastos para comprar cachivaches innecesarios. Y así se entra en una especie de carrera de la rata encerrada en una rueda. Empieza a correr cada vez a más velocidad sin conseguir salir de la rueda en la que está atrapada”.

 

-M: “Disculpen, creo que desconocen el sur de Europa. Allí la mayoría de los jóvenes no llegan a incrementar gastos porque los ingresos, cuando existen, permanecen estancados. Vamos, que la rata no entra en carrera porque no hay rueda”.

 

-RK: “Bien, pero, a lo largo de su historia, ustedes han sido capaces de reponerse de situaciones mucho peores que la actual. Estamos en un mundo global y lo que, en un primer momento, es desventaja puede llegar a ser oportunidad. Mis comienzos aquí fueron muy duros y mi mismísimo Robert, cuando regresó de Vietnam, donde sirvió en la unidad de marines, tuvo que empezar de cero”.

 

-AB: “Y le advertí a tiempo de  lo que ocurre con los primeros sueldos, las primeras compras; más sueldo, hipoteca para una segunda residencia”.

 

-RK: “Probablemente. Es inevitable en los seres humanos. Tenemos mala memoria para casi todo y, aunque nos regalasen oro, pronto lo utilizaríamos para hacer una cadena a la que atarnos. Es la eterna pregunta de mi hermano Warren, ¿cómo es posible que personas inteligentes arriesguen lo que tienen y necesitan para buscar lo que no tienen ni necesitan?

 

-RK: “Pues algo entiende del tema su hermano, porque creo que solo en 2022 su compañía ha ganado 56.000 millones”.

 

-AB: “Eso dicen, pero te aseguro que, en este momento, lo que menos le interesa es el número de ceros de su patrimonio. En realidad, nunca le ha preocupado. Tan solo por el mantenimiento de los puestos de trabajo de sus empleados y por agradecer a sus clientes de Berkshire la confianza de depositada. Favor con favor se paga. Y la confianza la agradece con dólares. Son los periodistas los que le preguntan siempre por lo que menos le interesa, vamos, como los lectores y editores con el libro de Robert, que se creen que la felicidad viene por el dinero y no por trabajar en aquello único que a uno le encanta y para lo que uno tiene vocación profesional. Ahora Warren, con 91 años, tiene la cabeza en otro lugar, y le encantaría que fuera verdad. Que no sé si me entiendes”.

 

-RK: “Por supuesto, y creo que tiene en la cabeza lo mismo que a mí me quita el sueño. Antes me despertaba a las tres por la…, ya sabes, y ahora no tengo ese problema –el de despertarme, no el otro–, porque sigo despierto a las tres. Pero lo cierto es que no le ha ido mal hasta ahora con las inversiones. ¿Pensabas en tu hermano Warren cuando le hablabas de invertir a Robert?”

 

-AB: “Nunca, jamás, solo le animaba a emplear tiempo y dinero en lo que le apasionase, y si hubiese detectado que su vocación era la de militar, o de abogado o de médico, no habría hablado con él jamás de negocios. Sino solo de filosofía, bien la de mi antepasado, o bien la tuya, que creo que tira más hacia Kant. [Ralph intenta disimular su desconocimiento de ese tal Kant]. Pero detecté en Robert aptitudes extraordinarias, curiosidad, iniciativa, tenacidad, agallas, observación, cálculo del coste de oportunidad y del lucro cesante… Aptitudes todas muy convenientes para ver lo que otros no han visto antes, para descubrir el brillo de una joya en un estercolero, aparte de otras ventajas de muy diversa índole, desde la elección correcta de un proyecto, hasta el trato y política a seguir con clientes y proveedores. Y pensé que el peor día que tuviese para trabajar para él mismo sería mejor que el mejor día que tuviese trabajando por cuenta de otros”.

 

-M: “¿Y siguen ustedes pensando lo mismo que hace medio siglo?”

 

-RK: “Sí y no. Sigo pensando que lo importante es el resultado, que, como funcionario, lo focalizo en aportar, lo que esté en mi mano, el bienestar a mis conciudadanos. Esto exige siempre esfuerzo. El entusiasmo ayuda, pero nadie nos va a liberar del esfuerzo, que paradójicamente es de lo más liberador. Ahora bien, para la felicidad de todos, creo que habría que quemar todas las ruedas que tienen a los individuos encerrados en una cárcel del tanto tienes tan feliz puedes llegar a ser”.

 

-AB: “También yo sigo pensando casi lo mismo que antes, pero solo me arrepiento de una cosa, de no haber tutelado a Robert en la negociación con los editores, al no ver aclarado mejor el auténtico sentido de mis conversaciones con quien me considero segundo padre. El dinero era una excusa, como muchos lectores habrán advertido, un aspecto más, dentro de algo mucho más importante. No sé si el dinero es necesario para algo más que cubrir ciertas necesidades, pero tengo claro que no es suficiente para conseguir lo que de verdad importa”.

 

-M: “¿Y qué es eso que para ustedes de verdad importa?”

 

-RK: “No lo explican en los colegios, al menos aquí en Hawái, pero cuando tengas nuestra edad lo tendrás muy claro”.

 

-AB: “Y cuando tenga la edad de Ralph, creo que seguiré pensando lo mismo que él”.

 

-Ralph Kiyosaki: “Ja, ja, míranos, moderador, y di quién es mayor que quién”.

 

-Aristóteles Buffett: “Los japoneses engañáis con la edad, pero ya veríamos encima de una tabla de surf… porque, moderador, los españoles inventasteis el gazpacho, muy popular aquí, y bastantes cosas más. Pero el surf lo inventamos en Hawái”.

 

Ha sido un placer compartir con vosotros esta conversación-ficción.

 

Paco Benito del Fresno,

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